Rey noruega
Cuando los belgas se independizaron en 1830, el Congreso Nacional eligió una monarquía constitucional como forma de gobierno. El Congreso votó la cuestión el 22 de noviembre de 1830, apoyando la monarquía por 174 votos contra 13. En febrero de 1831, el Congreso nombró a Luis, duque de Nemours, hijo del rey francés Luis Felipe, pero consideraciones internacionales disuadieron a Luis Felipe de aceptar el honor para su hijo.
Tras esta negativa, el Congreso Nacional nombró a Erasme-Louis, barón Surlet de Chokier, como Regente de Bélgica el 25 de febrero de 1831. El Congreso Nacional designó a Leopoldo de Sajonia y Gotemburgo como Rey de los belgas y juró lealtad a la Constitución belga ante la Iglesia de Santiago en el Palacio de Coudenberg en Bruselas el 21 de julio [1] Este día se ha convertido desde entonces en una fiesta nacional para Bélgica y sus ciudadanos.
Como sistema de monarquía constitucional hereditaria, el papel y el funcionamiento de la monarquía belga se rigen por la Constitución. El cargo real de Rey está designado únicamente para un descendiente del primer Rey de los belgas, Leopoldo I.
Elisabeth de Bélgica
Desde muy joven, Felipe de Bélgica fue preparado para una cosa: sentarse en el trono de su país. Bélgica, un país con una monarquía constitucional en la que la familia real desempeña un papel principalmente ceremonial, coronó a Felipe como su séptimo rey en 2013. Hijo del rey Alberto II y de la reina Paola, Felipe nació en Bruselas el 15 de abril de 1960. Como la mayoría de los miembros de la realeza europea, la educación de Felipe se dividió entre el tiempo en el ejército y la beca en algunas de las mejores instituciones del mundo. Antes de convertirse en Rey, Felipe pasó cuatro años estudiando en la Real Academia Militar y se formó en las Fuerzas Armadas belgas como piloto y paracaidista. En sus más de ocho años en el trono, Philippe ha supervisado dos negociaciones gubernamentales, ha desempeñado un papel vital en el establecimiento de vínculos entre empresas belgas y extranjeras, y ha sido fundamental para guiar a Bélgica en la pandemia del coronavirus.
El lugar que ocupa Philippe en la línea de sucesión le permitió recibir una educación rigurosa y variada. Después de terminar el colegio en Bélgica, estudió historia constitucional en el Trinity College de Oxford, antes de matricularse en la Universidad de Stanford como estudiante de posgrado. El 16 de junio de 1985, recibió su Master en Ciencias Políticas en Stanford.
Reina de Bélgica
El Rey es el primer Príncipe Heredero que no recibió educación privada y que siguió una trayectoria educativa clásica y bilingüe en los centros de enseñanza primaria y secundaria de Bélgica. En 1978, como Príncipe Felipe, comenzó sus estudios universitarios en la Real Academia Militar. Interesado en el sector aeroespacial desde la infancia, optó por alistarse en el Ejército del Aire, donde obtuvo el título de piloto de caza. Completó su formación militar con una certificación como paracaidista y comando.
A continuación, continuó sus estudios en el extranjero. Tras un trimestre en la Universidad de Oxford (Reino Unido) y dos años en la Universidad de Stanford (Estados Unidos), obtuvo un máster en Ciencias Políticas.
De vuelta a Bélgica en 1985, se adentró en la realidad política, económica y social de su país. Durante ocho años, conoció a Bélgica y a los belgas a través de numerosas reuniones, visitas, conferencias y misiones. También adquirió diversas experiencias sobre el terreno durante las visitas humanitarias.
Durante este periodo, amplió enormemente sus conocimientos en áreas de especial interés personal, como la historia, la literatura y la filosofía. Viajó mucho y conoció a todo tipo de personas comprometidas en todo el mundo, tanto líderes como ciudadanos de a pie. También siguió de cerca el proceso de integración europea.
Monarquía belga
El movimiento de resistencia indígena conocido como la Guerra del Rey Felipe (1675-1678) configuró el noreste de Estados Unidos de forma contundente, y sus consecuencias han repercutido durante más de tres siglos. Esta presentación revisa los encuentros entre los nativos americanos y los colonizadores en este período crucial, arrojando nueva luz sobre cómo y por qué diversas comunidades buscaron la diplomacia, la pacificación y la violencia. Centrándose en la importancia del lugar, se rastrea el significado cambiante de las tierras natales para los pueblos y naciones indígenas, como los nipmucs, los narragansetts y los wampanoags, que se enfrentaron estratégicamente a la expansión colonial de los colonos. Siguiendo estas historias hacia una reconsideración más amplia del noreste indígena y colonial, así como del mundo atlántico, podemos reconocer las complejas formas en que las memorias históricas han permanecido profundamente resonantes y disputadas. Esta charla invita a conversar sobre cómo el pasado sigue siendo importante, y sobre las oportunidades y desafíos relacionados con el patrimonio, la preservación y el cuidado de tierras y aguas significativas.